Posiblemente, junto a Francisco Fiorentino, fue el modelo del cantor de la orquesta. Tanto es así que hablar de Ángel Vargas nos remite indefectiblemente a Ángel D’Agostino, el director de la orquesta de sus grandes éxitos.
Cantor de una personalidad impresionante, es el símbolo del fraseo porteño de los años cuarenta. Vargas canta como únicamente se cantó en el cuarenta.
Su fraseo era reo y compadrito pero al mismo tiempo, de un infinito buen gusto. Tenía una dulzura que disimulaba su voz pequeña pero varonil, transmitía simpatía y era sobretodo, un cantor carismático.
En 1940 comenzará su etapa fundamental al ingresar a la orquesta del pianista Ángel D’Agostino junto a quien permanecerá hasta 1946, dejando 94 temas en el disco, que constituyen verdaderas joyas del género.
Su etapa como solista la encara formando su propia orquesta, alternativamente dirigida por distintos músicos: el bandoneonista Eduardo Del Piano, el pianista Armando Lacava, y los bandoneonistas Edelmiro D’Amario, Luis Stazo y José Libertella, en total deja registrado junto a su orquesta un total de 86 temas. También hizo interesantes grabaciones con el trío de Alejandro Scarpino.
Entre sus discos se destacan las interpretaciones de los tangos “No aflojés”, “Tres esquinas”, “Ninguna” y “Muchacho”, el vals “Esquinas porteñas”, todos con la orquesta de Angel D’Agostino.
Ángel Vargas murió joven y todavía sin declinar sus condiciones interpretativas, fue sin duda uno de los más grandes artistas de nuestro tango.
